Cómo transformar tu estado mental para salir instantáneamente del estrés, el miedo, la ansiedad y la preocupación
Todo cambio en nuestro estado mental -consciente o inconsciente, real o imaginado-, genera un cambio en nuestra biología; todo cambio físico genera, del mismo modo, un cambio instantáneo en nuestra psique y nuestra percepción.
Lo más interesante es que hoy la ciencia nos muestra cómo influir voluntariamente en nuestros procesos psicosomáticos. Podemos aprender a intervenir conscientemente en nuestro cuerpo-mente para salir de esos estados perniciosos que llamamos estrés, miedo, ansiedad y preocupación de forma sencilla y eficaz.
Tus pensamientos modifican tu cerebro
Una premisa actual de la neurociencia sugiere que nuestros pensamientos, nuestros comportamientos y nuestra percepción subjetiva de lo que nos sucede transportan información a los distintos circuitos del cerebro y lo modifican en tiempo real (Fuentes: 1 y 2).
El cerebro, por lo tanto, no es una entidad permanente, sino que cambia activamente y se reconfigura a sí mismo en función de mútiples factores de nuestra experiencia vital (estímulos ambientales, percepción, actitud, hábitos, pensamientos, emociones…).
Un cerebro estresado y/o ansioso sería el resultado de una experiencia mental inundada de pensamientos amenazantes.
¿Qué podemos hacer si nuestro cerebro ha creado unos correlatos neurales que nos sumen en experiencias de sufrimiento?
Podemos entregarle nueva información. Nuevos pensamientos, nuevos comportamientos, nuevos puntos de vista. Con ello, nuestro cerebro cambia en tiempo real. Se activan nuevas áreas y se crean nuevas asociaciones, nuevas constelaciones de neuronas.
La clave de esta neuroplasticidad autodirigida reside en nuestra voluntad. Nuestra atención dirigida, voluntaria, consciente, altera las funciones cerebrales y nuestra experiencia vital (Schwartz 2003).
Un cerebro en el corazón
El cerebro cortical no es la única estructura del cuerpo que participa en la regulación de nuestra psique, nuestra biología y nuestro comportamiento.
Los más recientes avances en neurocardiología nos muestran que nuestro corazón, además de ser una glándula hormonal, posee también una sofisticada red neuronal, tan extensa y tan compleja, que puede operar independientemente del cerebro craneal para aprender, tomar decisiones e incluso sentir. De hecho, el corazón le envía más señales al cerebro de las que recibe.
Nuestro corazón genera diferentes patrones de actividad (determinados por la variabilidad de la frecuencia cardíaca) y estos se sincronizan con las ondas cerebrales, afectando directamente nuestras funciones cognitivas y nuestras respuestas emocionales.
Las emociones y pensamientos amorosos generan una variabilidad de la frecuencia cardíaca coherente, de ondas amplias y regulares, que permite que nuestras funciones cognitivas y orgánicas operen óptimamente. El miedo, la ira o la desconfianza generan un patrón incoherente que nos compromete seriamente.
Los pensamientos y emociones expansivas generan un patrón coherente. El amor es una forma elevada de inteligencia que permite que el corazón establezca la mejor comunicación posible con el cerebro, ayudándole a funcionar en plenitud.
“El “cerebro del corazón” activa en el cerebro de la cabeza centros superiores de percepción completamente nuevos que interpretan la realidad sin apoyarse en experiencias pasadas. Este nuevo circuito no pasa por las viejas memorias, su conocimiento es inmediato, instantáneo, y por ello, tiene una percepción exacta de la realidad.”
– Annie Marquier
La ciencia de la transformación
En su libro Relaxation Revolution, el Dr. Herbert Benson, uno de los pioneros de la Medicina Mente Cuerpo y la Biología de la Creencia, comparte un fascinante estudio que condujo en 2008 y cuyos resultados demuestran que la mente puede influir en nuestra biología hasta el punto de modificar la expresión de nuestros genes.
Este estudio, llevado a cabo en la Harvard Medical School, reunió a 19 meditadores experimentados y 19 personas sin experiencia en prácticas mente-cuerpo. De los 20.000 genes que el Proyecto Genoma Humano estima que poseemos, el grupo de meditadores no experimentados mostraba la nada desdeñable cantidad de 2.209 genes con una expresión diferente a la del grupo experimentado. Estos genes estaban asociados con enfermedades y condiciones médicas relacionadas con el estrés y la ansiedad, incluyendo la deficiencia de respuestas inmunes, varios tipos de inflamación, envejecimiento prematuro, adelgazamiento de la corteza cerebral, problemas cardiovasculares y cáncer.
Después de solo 8 semanas de entrenamiento en diversas prácticas de atención plena durante 20 minutos al día, el grupo no experimentado cambió la expresión de 433 de estos genes, acercándose a la expresión génica del grupo de practicantes experimentados. Las probabilidades de que esto sucediera sin intervención voluntaria habían sido estimadas de 1 entre 10.000 millones.
Los protocolos del Dr. Benson y su equipo ofrecen evidencia irrefutable de que las prácticas introspectivas mente-cuerpo pueden activar el interruptor que enciende y apaga la expresión génica asociada a salud y enfermedad. La mente puede influir en el cuerpo hasta el punto de sanarlo, y la respiración es una de las claves que nos permiten activar esta inteligencia psicosomática diseñada para regresar a ese punto de equilibrio óptimo llamado homeostasis.
Los seres humanos respiramos una media de 15 veces por minuto, una tasa que el sistema nervioso autónomo interpreta como “lucha o huida”, término que el Dr. Walter Canon introdujo para referirse al sistema nervioso simpático.
El sistema nervioso simpático es un modo de amenaza y emergencia que activa los mecanismos biológicos del estrés, el miedo y la ansiedad, generando ese desagradable estado interior de opresión y agobio.
¿Qué hacer cuando nos hallamos bajo el control de este modo de amenaza?
Hoy la ciencia nos muestra que si intervenimos conscientemente en nuestra respiración hasta adquirir un ritmo pausado y profundo, el cuerpo físico regresa a su punto de equilibrio nervioso ideal y el corazón entra en coherencia.
La respiración consciente, por lo tanto, nos permite intervenir voluntariamente en el estado de nuestro sistema nervioso, ayudándonos a cambiar instantáneamente nuestra percepción de lo que nos sucede y la forma en que nos relacionamos con ello.
Cuando el estrés, el miedo y la ansiedad aprietan, nuestra respiración sosegada le indica a nuestro cuerpo-mente que transforme estos estados interiores en calma y serenidad.
Todos podemos desarrollar control consciente sobre funciones cognitivas y procesos fisiológicos que la ciencia siempre consideró autonómicos y no susceptibles de intervención voluntaria. La respiración es uno de estos procesos fisiológicos sobre los que podemos influir directamente y en tiempo real para modificar el estado de nuestro cuerpo y nuestra mente. Esta es la nueva ciencia de la transformación mente-cuerpo.
Mente inteligente, cuerpo inteligente
Las enseñanzas de místicos, religiosos y líderes espirituales también revelan que poseemos una inteligencia psicosomática cuya sabiduría emerge cuando somos capaces de prestar atención y volvernos objetivamente conscientes de nuestros procesos mentales y corporales.
El Ajq’ij (guía espiritual maya) Tata Pedro Cruz, embajador de la paz por las Naciones Unidas, suele decirme que existe un Libro de Oro que atesora todo el conocimiento de la humanidad:
“El libro de oro es tu cuerpo, tu sagrado cuerpo.”
El cuerpo es un templo divino, una herramienta para el autodesarrollo que atesora su propia sabiduría. Cuando permitimos que la sabiduría de nuestra inteligencia psicosomática emerja, la paz interior y la salud mente-cuerpo son un hecho.
Ramiro Calle, introductor del yoga en España y uno de los místicos más brillantes de nuestra época, señala lo siguiente:
“En la sabiduría de la mente (luz de la mente) juega un papel fundamental la atención plena o el cultivo de la atención. Tenemos que trabajar la mente, conocerla, desarrollarla, desplegarla, puesto que la sabiduría de la mente es esencial, y a través de este desarrollo surge la acción diestra.
Por otro lado, debemos abrir nuestro corazón y estar en apertura amorosa. En la sabiduría del corazón (luz del corazón), la compasión es la clave. Un amor sin exigencias, sin imposiciones, sin reproches, sin dobles intenciones ni demandas narcisistas. No es un camino de sensiblería y sentimentalismo barato, o de hipersensibilidad enfermiza. Es un camino de atención, sosiego, lucidez y apertura que también podemos desarrollar con práctica continuada.
Cada uno de nosotros debe poner los medios para desarrollar la sabiduría de la mente y la sabiduría del corazón. Debemos practicar para reencontrar este ángulo de calma y quietud.”
Saliendo del miedo: el amor como mecanismo evolutivo
El miedo provoca en todos nosotros una respuesta biológica de protección que detiene nuestras funciones biológicas de crecimiento, bloquea nuestros procesos cognitivos superiores y genera patrones incoherentes de actividad cardíaca. En otras palabras, la negrura del miedo ciega nuestra mente, confunde a nuestro corazón y atrofia nuestro organismo.
Cuando dejamos de operar desde el miedo, nuestro sistema nervioso entra en parasimpatía, la llamada Respuesta de Relajación, y activa los mecanismos biológicos de la transformación. Orientados hacia el amor, la compasión y la gratitud, nuestro cerebro se reestructura, el flujo de sustratos bioquímicos de la emoción es equilibrado, el corazón adquiere un patrón coherente y la red psicosomática mente-cuerpo mantiene su integridad. Nos sentimos plenos, sanos y en armonía.
El amor es la manifestación más elevada de inteligencia psicosomática. Es un mecanismo de adaptación y evolución que actúa como circuito de retroalimentación biológico; desde que nacemos estamos biológicamente predispuestos a entregar y recibir amor, a amar y ser amados, y este amor permite que nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro comportamiento social se transformen.
Una percepción renovada
Nuestra percepción está ligada al cuerpo físico. Si con nuestro esfuerzo mental aprendemos a comunicarle al cuerpo qué funciones cognitivas y orgánicas promover, y en qué momento hacerlo, transformamos nuestra percepción en tiempo real, y con ello nuestra biología y el estado de nuestra mente.
La autorregulación de la atención, sostenida con persistencia y mantenida desde la actitud correcta y la intención correcta, genera unos cambios asombrosos. “Se trata de observar cuántas veces perdemos la cabeza, recuperar la atención y empezar de nuevo”, dice Jon Kabat-Zinn, quien catapultó la práctica del mindfulness o atención plena a través del programa MBSR.
“Hablamos de mindfulness como una forma de estar relacionándote con la experiencia según transcurre. Y eso significa que estás entrenando tus facultades de atención para estar en el momento presente y menos distraído. Si te fijas, te darás cuenta de que la mayor parte del tiempo la mente está en el futuro, planeando o preocupándose. Y cuando no está en el futuro está en el pasado, elucubrando sobre qué ocurrió realmente, quién tiene la culpa… Mientras tanto, el momento presente, que es el único en el que podemos ver, oler, saborear, amar, aprender, sentir… se queda estrujado entre esas dos fuerzas.”
– Jon Kabat-Zinn
Cuando nos detenemos a respirar, el asedio imaginario cesa. La salud física se restablece y una gran cantidad de recursos cognitivos son liberados. El día a día se vuelve más claro, y esta claridad rocía todos los ámbitos de nuestra vida. Suceden cosas y estamos en ellas, estamos atentos, conscientes. Discernimiento y ecuanimidad cobran un nuevo significado. Del cuerpo surgen acciones correctas.
Con perseverancia y dedicación, cualidades como la gratitud, la generosidad, la amabilidad y el altruismo prosperan, y nuestras relaciones con otros seres sintientes se vuelven más genuinas y compasivas.
Cuando amor, presencia y compasión son cultivados, nuestra forma de percibir la realidad se transforma desde sus más profundos cimientos electroquímicos, y nuestro cuerpo-mente se ve abocado a esta evolución afectiva.
Empieza a transformar tu cuerpo-mente
Al sentarnos en silencio y respirar pausadamente, salimos del caos, el desasosiego y la reactividad impulsiva. Emerge la claridad, la sabiduría primordial del cuerpo y la mente, nuestra verdadera naturaleza luminosa oculta tras las brumas de ese gran tramposo que es el ego.
Detente. Siéntate. Respira. Préstate atención. Hazlo amorosamente. Algo tan sencillo como esto permitirá que tu inteligencia psicosomática emerja y transforme por completo tu cuerpo, tu mente y tu vida.
Autor
Jorge Benito
www.mindfulscience.es