Los árboles necesitan su corteza protectora para permitir que el delicado proceso de crecimiento y renovación se desarrolle sin amenazas. Del mismo modo, necesitamos nuestros límites y defensas para que las partes más vulnerables de nosotros mismos puedan sanar y desarrollarse con seguridad.
Pero nuestro crecimiento también depende de nuestra capacidad para suavizar, relajar y deshacernos de los límites y las defensas que ya no necesitamos. A menudo ocurre en la vida que las estructuras que implementamos para ayudarnos a crecer eventualmente se vuelven restrictivas.
A diferencia de un árbol, debemos decidir conscientemente cuándo es el momento de deshacerse de nuestra corteza y expandir nuestros límites, para que podamos pasar a nuestro próximo anillo de crecimiento.
Cada vez que nos despojamos de una capa de actitud defensiva o nos relajamos en un límite que ya no necesitamos, metafóricamente nos convertimos en personas más grandes. Con esto en mente, es importante que nos tomemos el tiempo para cuestionar nuestros límites y defensas. Si bien es esencial establecer y respetar las barreras protectoras que hemos establecido, es igualmente importante que las suavicemos y las liberemos cuando llegue el momento. Al hacerlo, creamos el espacio para nuestra próxima fase de crecimiento.
A medida que nos damos permiso para relajarnos, nuestro cuerpo también lo expresa.
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